Notícies d'Alaquàs

05 de maig 2009

LAURA SENA RELATA EL SEU CALVARI SANITARI

3 maig 2009
'Pasamos diez horas sin beber agua, sin comer y sin ir al aseo'

Una de las sospechosas de padecer la nueva gripe asegura que les encerraron en un pasillo en La Fe para que no hablaran con la prensa


calvario. La afectada espera aún los resultados definitivos de las pruebas de la nueva gripe.
calvario. La afectada espera aún los resultados definitivos de las pruebas de la nueva gripe. ferran montenegro

Laura Sena, Valencia

He sido por unos días un caso "sospechoso en investigación", uno de los más de 60 ingresados en la Fe. Llegué de viaje de la zona de riesgo el pasado fin de semana y, al saber que ya se había activado un protocolo para controlar el virus y yo volvía con catarro, llamé el lunes a primera hora a la Delegación del Gobierno. Desde Vacunación Internacional me remitieron al médico de cabecera y éste a la Fe para que me hicieran las pruebas. Al llegar ya advertí el descontrol pese a que el protocolo se había activado 48 horas antes. Esperábamos a plena luz del día en la puerta de Urgencias con mascarilla a que un celador nos acompañara a la primera criba y luego, también en el exterior porque no cabíamos en el espacio habilitado, contestábamos a las primeras preguntas. Después pasábamos a un box. Tras un cuestionario y la toma de temperatura, me remitieron a la zona de las pruebas, una suerte de pasillo en el área de Medicina Nuclear en el que estábamos encerrados bajo llave y con la supervisión de un guardia de seguridad. Nos preguntábamos si la medida la exigía el protocolo pero la respuesta fue distinta. "No, es para que no podáis hablar con los medios de comunicación", dijeron.
Aquel pequeño espacio sin condiciones llegó a abarrotarse. Como no había suficientes asientos, la mayoría estábamos en el suelo. Veía a la gente tirada mientras pasaban las horas; alguno lloraba por la inquietud; otros tenían ansiedad por la claustrofobia; los que tenían fiebre se apoyaban unos con otros. "¿Puede estar pasando esto en Europa?", me decía sin dar crédito.
El proceso de las pruebas fue inacabable. No éramos tantos pero sólo había un equipo humano que no tenía ni ordenador ni suficiente material. Fueron pasando las horas y seguíamos encerrados. Ante nuestras quejas porque estábamos sólo con el desayuno a las 9 de la mañana: "Estáis en urgencias, no ingresados, y en urgencias no se come", fue la respuesta. Pasamos unas diez horas sin beber agua, a pesar de que había gente con fiebre, sin comer ni poder ir al aseo. Finalmente rompimos la zona de seguridad y utilizamos un baño.
Sin reactivos para los análisis
Tras una larga espera una de las responsables del servicio confesó la verdad de tanta dilación: la Fe se había quedado a media mañana sin reactivos para analizar las muestras de mucosa -la prueba más importante- y hasta que no llegara un cargamento "de Requena", no podríamos saber resultados. Imperdonable. Esa falta absoluta de previsión fue la que hizo que un trámite que debía durar una hora y media, se prolongara más de diez. A las 10 de la noche dieron las primeras altas. Sobre las 11 tomé yo el primer bocado -un sandwich y fruta que me trajo mi familia-. A las 12 ingresamos un grupo en la zona de aislamiento de la planta séptima, "como medida preventiva" y a la espera de más resultados que descartaran el virus, y nos suministraron ya el famoso Tamiflu.
De esa estancia sólo puedo decir que el protocolo de seguridad, desinfección y aislamiento fue impecable. Estábamos solos en las habitaciones; nos comunicábamos con el personal de planta por megafonía y cuando venían lo hacían enfundados de arriba abajo. "Cada vez que entramos a una habitación nos tenemos que vestir, luego desvestir y desinfectar", me explicaron.
Y así pasaron varios días. Recibimos visitas de técnicos de Salud Pública de la Conselleria de Sanitat y de Epidemiología que nos realizaban un cuestionario con preguntas casi idénticas. "¿No se intercambiarán los datos y nos evitarán repetir la historia tantas veces?", pensaba yo. Luego tuve llamadas de estos departamentos para localizar a mis posibles contactos y tenía que volver a repetir la historia.
Otro de los hechos llamativos es que se cumplía mi tercer día de ingreso y en Canal 9 seguían apareciendo informaciones como si nadie estuviera internado. Entonces éramos ya cerca de 40. Tampoco aparecíamos en los partes del Ministerio de Sanidad. Yo especulaba: "¿Habrá sospechosos de primer grado y de segundo?", ya que no podía creer que se ocultaran datos.
Sin información a las familias
El trato que desde todas las instancias se ha dado a los familiares merece una recriminación especial. El segundo día de ingreso, los míos sólo pudieron saber por una enfermera que estaríamos "tres o cuatro días" en el hospital, sin más explicaciones. Y sólo tras una avalancha de quejas, el tercer día, la médica de la planta fue dando informaciones personalizadas.
También recibimos una llamada urgente de Salud Pública en la que nos requerían los datos de las personas con las que habíamos tenido contactos ya que se había decidido vacunarles de forma preventiva. A los míos les citaron al día siguiente; dejaron sus trabajos para acudir a una dependencia de la calle San Vicente donde sorprendentemente les indicaron que "en el hospital y en algunos departamentos se está exagerando", y finalmente les negaron la medicación. Esa misma tarde, no obstante, volvieron a llamarnos con una contraorden y finalmente no hemos llegado a saber si hubieran tenido que medicarse o no.
Tras tres días de internamiento y con todos los resultados negativos, fui dada de alta aunque tenía que seguir el tratamiento en casa, mantener el aislamiento domiciliario y seguir unas pautas. Nos dieron un teléfono de contacto las 24 horas con la Fe que, por cierto, la mayor parte del tiempo está saturado. Me alegré de salir a la calle aunque fuera casi a la 1 de la madrugada y lo hiciera acompañada por un guardia de seguridad "para evitar que los medios de comunicación os intercepten".
En los últimos años he sido, por experiencia familiar, consciente del deterioro paulatino de la sanidad pública valenciana pero nunca sospeché a qué límite había llegado hasta vivir en primera persona el proceso de la llamada nueva gripe. La improvisación, informaciones contradictorias, falta de comunicación a los familiares y la deshumanización en el trato han sido la tónica, al menos en mi caso.
De la extraña experiencia me queda todavía una cierta sensación de enclaustramiento por los días que pasé en la planta séptima y, sobre todo, la idea clara de que la Conselleria de Sanitat y la sanidad pública valenciana no han estado a la altura -faltaron medios, personal y coordinación-, por lo que cabe reflexionar qué pasaría si nos viéramos ante una catástrofe real.