
10 de maig de 2008
Alaquàs
EMILI PIERA
Los pueblos del entorno de Valencia, de l´Horta o no, buscan su naturaleza perdida bajo los fragmentos de cementos no muy viejos pero ya leprosos y agrietados. Ni siquiera vendieron su alma: se la arrebató sin más el diablo del mundo y, ahora, convertidos en gigantes demográficos mestizos tratan de encontrarse, de seguir buscando. Eso le ha pasado a Alaquàs, que es la décima ciudad valenciana en términos de población, algo que en el pasado no fue ni por asomo. También son mucho mayores Torrent, Picanya, Paiporta o Paterna, por citar algunas: todas han erigido en los últimos años un gran edificio civil que les represente. Alaquàs se ha limitado a desenmascarar uno que ya tenía: el castillo.
Vuelvo al castillo -eso parece- de los Pardo de la Casta en Alaquàs (antes de los Vilaragut), esta vez con el alcalde Jorge Alarte como guía. La resurrección de este palacio -que eso es por dentro- es la mayor recuperación patrimonial en un solo inmueble jamás acometida en un pueblo valenciano (con excepción de la capital). Grandes ciudades forales como Morella o Xàtiva tienen conjuntos históricos que nunca, aún cubiertos de mugre y ruina, dejaron de ser visibles y obvios hasta para el más paleto, pero las visicitudes de la genética -las vueltas y revueltas de los linajes- dejaron el palacio en manos de la rama cremonense de la familia, primero, de los afanes industriales después, y de un presidente de diputación franquista al final.
Comprar el palacio y restaurarlo costó doce millones de euros, de los que el municipio aportó ocho millones, el gobierno de la nación cuatro millones y la Generalitat, seis mil euros. Se llegó a tiempo aunque algunos azulejos del deambulatorio alto del claustro hayan acabado en los anticuarios. Bajo los arcos carpaneles de su patio renacentista suena el flamenco o Hendel. Este Alarte mira ahora la Generalitat con corazón de jaguar, ojos listos y como apaleados y la ideación muy viva.[empica5@yahoo.es]